domingo, 16 de junio de 2013

Fundamentos psicopedagógicos en los enfoques y programas de Formación Cívica y Ética

Benilde García Cabrero nos proporciona una vista  sobre lo que es la persona moral y las tres grandes capacidades que e deben de desarrollar para logra a serlo, así como  el papel que juegan las emociones morales y los aspectos afectivos que influyeron en los programas de Formación Cívica y Ética.A continuación presento un resumen extraído del libro: La formación Cívica y Ética en la educación básica: retos y posibilidades en el contexto de la sociedad globalizada.

El desarrollo de la persona moral
Las diversas aproximaciones a la educación moral difieren en sus concepciones de los rasgos que caracterizan el perfil ideal de una persona que se comporta moralmente de acuerdo con los principios de ética más elevados, y de  cómo se pueden moldear las experiencias de aprendizaje para ayudar a los  estudiantes a alcanzar ese ideal.
Las descripciones más generales de la persona moral ideal o de los factores  personales complejos que intervienen en el desarrollo moral, combinan elementos  conceptuales, motivacionales y afectivos.

Aunque la escuela tiene como uno de sus objetivos educativos fomentar  valores como el respeto, la tolerancia, la solidaridad y la responsabilidad, entre  otros, la realidad de la violencia que se vive en las aulas se está convirtiendo en  parte de la vida cotidiana entre alumnos y profesores, por lo que la violencia  escolar ha dejado de ser motivo de asombro, lo cual debe ser considerado  como una alarma social.

Latapí (2002) señala que la formación cívica y ética debe, por un lado,  promover en los jóvenes la identificación y el análisis de condiciones favorables  para el desarrollo humano en sociedades complejas, heterogéneas y multiculturales, mediante el conocimiento, el ejercicio y la defensa de los derechos, la participación activa y responsable en los colectivos de los que forma parte  el individuo, y la formulación argumentada de juicios y posturas ante asuntos públicos.

La formación cívica y ética debe  atender el desarrollo de tres grandes capacidades:

1) el juicio moral
2) la sensibilidad afectiva a los aspectos morales
3) la autorregulación de los propios  comportamientos

El juicio moral implica el desarrollo cognoscitivo y crítico del educando, el  cual le permite plantear correctamente los conflictos que se le presentan.


Las aportaciones de la aproximación neuropsicológica al estudio del desarrollo moral, las emociones morales y la conducta pro-social

La moral involucra el conjunto de principios, criterios, normas y valores que dirigen  nuestro comportamiento y que guían la forma en que desarrollamos nuestras vidas, particularmente la manera en que convivimos con los demás. La moral está relacionada con el nivel práctico de la acción y permite tomar decisiones en situaciones  cotidianas de la vida diaria y en aquellas que representan conflictos morales.
Para que la formación cívica que implica, esencialmente, la regulación de la  vida social mediante normas de convivencia pueda ser exitosa, requiere que las  normas establecidas tengan fuerza moral, es decir, que sean adoptadas por la  mayoría de las personas y defendidas con convicción.
El desarrollo de la identidad moral  incluye pensamientos, sentimientos y conductas. El pensamiento moral constituye el  componente cognitivo de la moral, y comprende:
  • El razonamiento moral, que  es la manera como la gente piensa sobre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo  incorrecto, lo justo y lo injusto
  • La toma de perspectiva, entendida como la  capacidad de comprender los motivos y necesidades de los demás, lo cual resulta fundamental para que el razonamiento moral avance a etapas más desarrolladas o evolucionadas.



Los sentimientos, por su parte, constituyen el componente emocional de la  moralidad, e incluyen las emociones negativas como la culpa y la vergüenza,  así como las emociones positivas, como el apego emocional, la simpatía y la  empatía.
La Teoría Trinitaria de la Ética (Narváez, 2008) plantea que existen tres tipos
de ética vinculados con tres estructuras fundamentales del cerebro:
  1.  La ética de la seguridad. 
  2. La ética de la vinculación o del compromiso.
  3. La ética de la imaginación.

Los tres tipos de ética arriba mencionados están presentes, de manera simultánea, en el comportamiento de cualquier persona y que  la pre valencia de uno u otro tipo dependerá de qué tan bien se hayan desarrollado las estructuras básicas del cerebro, en que cada tipo de ética se  haya asentado, así como de las oportunidades que el ambiente haya proporcionado para desarrollarse como individuo.

El papel de las emociones morales en el desarrollo de la conducta pro-social

El desarrollo moral implica experimentar emociones y realizar conductas que reflejen preocupación por los demás, tales como: compartir, ayudar, estimular, mostrar una conducta altruista, ser tolerante y tener  voluntad de respetar las normas sociales.
Tangney, Stuewig y Mashek (2007) señalan que las emociones morales contribuyen a un mayor nivel de razonamiento y comportamiento moral, ya que  ayudan a las personas a distinguir características morales en contextos específicos, motivan el comportamiento moral, frenan el comportamiento indeseable o inmoral, y desempeña un rol comunicativo al revelar nuestras preocupaciones morales a nosotros mismos y a los demás.
Las emociones morales, de acuerdo con Haidt (2003), pueden ser tanto negativas (la vergüenza, el remordimiento y la culpa) como positivas (empatía y simpatía), siendo ambos tipos muy importantes para la vida moral, describe cuatro familias de emociones morales:

  •  Emociones de condena
  •  Emociones de autoconciencia
  •  Emociones relativas al sufrimiento ajeno
  •  Emociones de admiración


Todos los niños aprenden instintivamente que el mundo opera suavemente  cuando las reglas son obedecidas, pero también es cierto que al sufrir las dolorosas consecuencias de no obedecer las reglas, sobreviene la excitación y el  conflicto.
El individuo adquiere una serie de componentes de conocimiento negativo a través de sus experiencias y esto es lo que brinda soporte a su conocimiento positivo. El conocimiento episódico negativo es el contenido escondido de  nuestras reacciones morales.
El comportamiento moral y el comportamiento pro-social se han confundido a veces en la investigación psicológica, y mucho más en la práctica educativa. El comportamiento pro-social es un comportamiento voluntario orientado a beneficiar a otros. Sin embargo, este comportamiento puede llevarse a cabo por un sinnúmero de razones, incluyendo, además de razones verdaderamente orientadas al otro, razones egoístas y/o razones prácticas.

Los aspectos psicoafectivos en los enfoques y programas de Formación Cívica y Ética

En la formación de la personalidad cívico-ética interviene un aspecto sustancial inherente a la naturaleza humana: la afectividad. Ésta influye de manera determinante en la forma en que se desarrollan la reflexión y el diálogo.  Las emociones y los sentimientos organizan o desorganizan el funcionamiento mental, la reflexión y el diálogo en la toma de decisiones y en la participación en la vida ética y ciudadana.
García-Cabrero y Alba (2008) señalan que la inteligencia, la voluntad y la  afectividad no son procesos separados ni áreas que se organicen disociadas  en la educación. Aseguran que la habilidad para razonar correctamente respecto de situaciones moralmente difíciles.

Los sentimientos morales tienen  un rol fundamental en la motivación. Cuando se juzga que algo es bueno, nos  sentimos motivados a actuar de una cierta manera porque estamos predispuestos a sentir ciertas emociones motivadoras. Las reglas que están ancladas en los sentimientos son particularmente efectivas para guiar la conducta, ya que las emociones dirigen la atención y facilitan los procesos de memorización y, en consecuencia, también facilitan la internalización de las reglas.
Se requiere poner en práctica programas formativos en los que se promueva  el desarrollo de la sensibilidad ética, el juicio ético y la conducta pro-social de los maestros, programas en los que, mediante su participación en proyectos de intervención en escenarios escolares y comunitarios, los docentes modelen formas apropiadas de regulación emocional que les permitan internalizar las emociones morales y modelarlas, posteriormente, con sus alumnos.

La perspectiva sociocultural sobre el desarrollo moral

De acuerdo con el punto de vista de diversos autores (Nucci, 2001; Prinz, 2007), la moralidad está influenciada, en gran medida, por la cultura; es decir, diversos grupos sociales tienen valores morales diferentes. La cultura incluye aquellos aspectos que son aprendidos a través de la interacción social con otros miembros, o de la interacción con las cosas u objetos que otros miembros del grupo han creado. La cultura abarca componentes materiales, conductuales y psicológicos (hábitos, destrezas, ideas, valores) que pueden ser transmitidos socialmente.


Los miembros de un grupo social establecen lazos emocionales con la gente que los rodea, principalmente los cuidadores, los pares  y figuras prominentes que actúan como modelos de comportamiento moral. De acuerdo con lo que menciona Nucci (2001), cualquier persona en un determinado nivel de desarrollo puede percibir de manera diferente los componentes morales y no morales de las complejas situaciones sociales, de acuerdo con su nivel evolutivo.

Las narrativas “entran” en la mente del niño por medio de las diferentes voces que escucha en un contexto sociocultural determinado: en el contexto de la relación con su madre, padre, abuelos, personajes de cuentos o de la televisión, músicos o actores admirados por el niño o niña, etc. Son las voces de gente real que poco a poco se internalizan y se convierten en propias. Estas voces guían al niño cuando se enfrenta a situaciones de resolución de un conflicto o dilema moral y determinan, en gran medida, las acciones morales que él o ella muestra en dichas situaciones.

Desde la perspectiva sociocultural, resulta entonces importante tener especial cuidado con el tipo de lenguajes o discursos morales que rodean al educando y que van a conformar su desarrollo moral y sus acciones morales. Gilligan (1982) señala que existen dos voces predominantes en las sociedades occidentales, las cuales reflejan dos formas ideales de relaciones humanas: la voz de la justicia, orientada a la equidad, la reciprocidad e igualdad entre las personas, y la voz del cuidado, sustentada en el apego, el amar y ser amado, escuchar y ser escuchado, responder y recibir respuesta a las demandas propias y de los otros.

La adopción de una perspectiva sociocultural del desarrollo moral tiene  importantes implicaciones para la conducción de secuencias didácticas en  las que el uso del lenguaje debe ser cuidadosamente elegido para propiciar situaciones diálogicas, en las que las acciones morales mediadas por el lenguaje representen verdaderas oportunidades de construcción de una personalidad moral, orientada por los valores morales característicos de las sociedades democráticas más evolucionadas.

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