Así que comencemos!
El trabajo de la FCyE le otorga una gran relevancia a la
escuela como el lugar central de todo el quehacer educacional formal de la
nación, de cada estado de la República, de cada municipio y comunidad en donde
aquélla esté física, social y culturalmente asentada. Así la escuela es una de
las mediaciones esenciales que tiene el anhelo social de bienestar y
convivencia democrática, y la FCyE hacen
de la escuela el símbolo humano fundamental de transformación de las relaciones
humanas sobre la base de los valores éticos.
Esta visión se ha ido elaborando de forma paulatina en los
años precedentes. La reforma de la educación básica de 1993, antecedente de la
actual, fue muy clara al destacar el papel de la escuela en la realización del
derecho a la educación. La reforma reconocía a la escuela como una institución
para todos y afirmaba que la experiencia que en ella habría de vivirse era “una
condición para el ejercicio de la libertad, la justicia y la democracia”
El planteamiento de 1993,
tenía un propósito en la cual la escuela organizaría la enseñanza y el
aprendizaje asegurando que los niños se formaran “éticamente mediante el
conocimiento de sus derechos y deberes y la práctica de valores en su vida
personal, en sus relaciones con los demás y como integrantes de la comunidad
nacional”. Por el contrario la reforma
que hoy tiene profundas raíces
históricas en la formación del proyecto democrático de nación el antecedente de
un esfuerzo cercano en el tiempo de reconocimiento del valor social de la
escuela y de la reconstrucción de su lugar en los procesos de formación de
ciudadanía.
Se trata de aprovechar la oportunidad de la Reforma de laEducación Básica para destacar la importancia de un enfoque descentralizador
que logre regresarle, entregarle a las comunidades sociales las instituciones
en las que se forman sus hijos-ciudadanos, las instituciones en las que las
personas, poseedoras del derecho a la educación, vivirán experiencias
formativas que habrán de ser uno de los sustentos primordiales del
conocimiento, aprecio y vivencia de sus derechos y deberes, los propios y los
de los otros.
Entonces una escuela que trabaja para la democracia tiene en
el currículo el instrumento unitario e integrador de su función formativa y
socializadora. Así debe de tener un ambiente diseñado para el desarrollo
personal, debe ponerse mucha atención al currículo vivido, a los sujetos.
Lo anterior da lugar a resaltar una cuestión didáctica
fundamental: que el currículo esté plenamente orientado al aprendizaje y al
desarrollo, a la transformación de la comunidad cercana del alumno, bien sea
que ésta constituya una ciudad o pueblo, o esté formada por su colonia, su
barrio, su municipio, su ejido, su ranchería. Sobre esas bases comunitarias
adquirirán sentido el currículo nacional y la deseada identidad y sentido de la
eficacia y la pertinencia.
El reto de esta materia, es su adaptabilidad a los lugares
de la vida, su capacidad de ofrecimiento de un sentido vivido cotidianamente de
los valores éticos de la democracia. Por tanto este ues un poderoso motivo para la participación
de los estados en la elaboración de los planes y programas, de acuerdo con las
normas actuales, y para darle mayor alcance a la descentralización de las
atribuciones educacionales.
El mecanismo de la transversalidad tiene un significado y una
presencia estructural en el currículo y de ello se deriva el gran requerimiento
de apoyo que tiene el maestro para llevarlo al plano de la didáctica, a todo su
trabajo en la escuela en corresponsabilidad con sus colegas y con los
directivos; más aún, la escuela misma, con la adecuada gestión, debe expresar
la transversalidad y darle soporte, pues en este mecanismo se encuentra una
enorme oportunidad para la innovación.
De inmediato aparecen aquí varias pautas para la formación
continua del docente:
a) Fortalecer su conocimiento y comprensión
filosófica y social acerca de los objetivos de la educación básica y del nivel
particular de trabajo de cada docente;
b) Consolidar el
conocimiento del plan de estudios del nivel y del grado en el que trabaja el
docente;
c) Apoyarlo en el
desarrollo de su comprensión de la estructura de relaciones que tienen las
disciplinas, en tanto que son un medio para promover el aprendizaje y la
maduración personal de los alumnos;
d) Enseñar al
docente, acompañarlo en esta actividad, a elaborar una planeación didáctica y
un trabajo en el aula que esté sustentado en una visión transversal;
e) La gestión
educativa debe promover la especialización por nivel y grado del docente, con
el fin de que otro rasgo de su desarrollo profesional pueda ser atendido, el
que se refiere al conocimiento profundo de la etapa de desarrollo que está
viviendo su alumnado;
f) El docente requiere
un conocimiento mayor de la FCyE que le capacite para percibir y poner en
operación todos los componentes de transversalidad de la disciplina.
El mecanismo de la gestión y el ambiente escolar es
fundamental para los objetivos de la FCyE. Si la gestión de la escuela toda
debe estar centrada en las metas de la educación, en el aprendizaje y el
desarrollo personal de todos los actores institucionales, subordinando a ello
el trabajo administrativo con la ayuda de las autoridades externas a la
escuela, en lo que concierne a la FCyE la exigencia crece porque es la unidad
curricular especializada en atender un aspecto íntimo de la persona y de sus
relaciones con los otros, es decir, los valores éticos y su expresión en la
vida cívica.
La vinculación con la comunidad es un soporte esencial para
las metas de la FCyE pues la escuela, no obstante su importancia cultural y
formal, para los alumnos es un lugar de tránsito, una mediación para su
desarrollo cognitivo, social y político, una ayuda para avanzar en su identidad
ciudadana, de la cual la familia, las autoridades educativas y el conjunto de
los actores gubernamentales no deben desentenderse. Así el éxito de la escuela
depende, en un grado importante, de su capacidad humana y material de
vinculación.
De lo anterior resulta que el docente, tiene la necesidad de
apoyo en las orientaciones didácticas de su trabajo para atender de manera
fructífera la vinculación. Entonces los objetivos de la reforma de la educación
básica son una labor humanizadora ingente.
Tendencias generales de las temáticas abordadas en la
Formación Cívica y Ética.
Pueden identificarse algunas tendencias pedagógicas en
materia de formación en valores. Dos de ellas son contrarias a la formación
valoral:
- La Indoctrinación: consiste en tratar de influir, mediante procedimientos diversos pero fundamentalmente exhortativos y conductistas, sobre los juicios morales y las conductas de los sujetos, a partir de los valores propios de un grupo o de una persona.
- La falsa neutralidad: conduce a los agentes educativos a negar que forman en valores, aduciendo su respeto a los valores propios de cada uno de sus estudiantes. Esto es contrario a la formación valoral porque no es posible educar sin formar valoralmente.
Otras, en cambio, derivan de posturas epistemológicas y
pedagógicas más profundas y, por lo mismo, pueden prometer mejores resultados.
- La tendencia prescriptiva. Al igual que la indoctrinación, desde esta visión de lo que se trata es de lograr que los estudiantes incorporen determinados valores y se comporten de determinada manera, para lo cual se recurre a la exhortación y a las metodologías conductistas del premio y el castigo. La diferencia con las tendencias indoctrinadoras estriba en que los valores que pretenden transmitir son explícitos y socialmente compartidos por la mayoría, y no propios de un grupo minoritario o persona.
- Corriente relativista: surgida después de la Segunda Guerra Mundial ante una crisis profunda de valores, rechazan la existencia de valores universales y sostienen que entre las personas, como entre las culturas, éstos son legítimamente muy diferentes.
- La tendencia social. En ella se parte del supuesto epistemológico de que los valores son culturales y se construyen en la relación con los demás. Esta corriente asume la definición de los valores morales como valores sociales.
- La tendencia evolutiva del desarrollo del juicio moral. Esta corriente sostiene que los seres humanos evolucionan en su capacidad de ir definiendo criterios, de creciente nivel de complejidad y de perspectiva, de juicio moral.
- La tendencia vivencial. Esta corriente sostiene que los valores se forman experimentándolos.
Estas corrientes de pensamiento pedagógico sobre cómo formar
en valores se aplican a diferentes áreas de desarrollo de los valores, tales
como:
- La equidad de género esta tiene su base, en el respeto al otro y a la otra, respeto que se basa en el convencimiento de que los seres humanos tienen semejanzas esenciales y diferencias que deben reconocerse, valorarse y, cuando es necesario, protegerse.
- La formación ciudadana o para la democracia: implica un conjunto de conocimientos básicos sobre la organización de nuestra sociedad y de nuestro gobierno, sobre las leyes que nos rigen, sobre lo que se entiende por democracia como forma de gobierno y como forma de vida.
- La educación en derechos humanos parte del conocimiento y del reconocimiento de cada quien como ser humano con derechos semejantes a los otros seres humanos
- La educación para el medio ambiente tiene una fuerte dosis de conocimientos, cómo consumimos, cómo nos transportamos, qué hacemos con la basura, si respetamos o no los recursos naturales y la educación para el medio ambiente también descansa fuertemente en las tres tendencias de formación valoral, y especialmente en la pedagogía de análisis de la realidad y de solución de problemas, así como en el diálogo y el trabajo en equipo.
- La educación intercultural Supone llegar a la convicción personal profunda de que todo ser humano es digno de respeto, independientemente de sus creencias religiosas, de su raza, de su sexo, o de la cultura a la que pertenece.
De la formación con sentido nacional(ista) a la ciudadanía
de la “aldea global”
Un rasgo que ha caracterizado a la formación ciudadana en
México es su carácter nacionalista. Este sentido nacionalista ha impregnado,
desde el siglo XIX, la orientación de la educación dirigida a grandes sectores
de la población, con la finalidad de desarrollar sentimientos de lealtad a la
nación y a las instituciones del Estado que la representan.
Entre los elementos que diversos autores han considerado
como propios del nacionalismo se encuentran: la experiencia de un pasado común,
el reconocimiento de un territorio y un gobierno compartidos, el contacto
estrecho y rutinario entre sus pobladores, ciertas características y un
lenguaje compartido, así como la voluntad para llevar a cabo tareas comunes.
Maya y Silva (1988) consideran cuatro dimensiones del
nacionalismo que la escuela básica fomenta en los alumnos: una dimensión
valorativa simbólica patriotismo; una dimensión económica que alude al proyecto
económico de la nación; una dimensión política que refiere a la autonomía
política, al rechazo a los intervencionismos y la vigencia de las instituciones
republicanas; y una dimensión cultural que concierne a diversas manifestaciones
culturales, étnicas y regionales.
El nacionalismo, como una herramienta de la unidad nacional,
se vinculó con la idea del mestizaje. Tanto los liberales decimonónicos como el
porfirismo y los gobiernos revolucionarios consideraron el elemento indígena
como una condición local y comunitaria que debía superarse mediante la adhesión
a una imagen homogeneizante de los mexicanos.
Las diferencias étnicas, económicas, culturales, sociales
son un elemento al que se presta atención de manera reciente como componente de
la identidad nacional mexicana. Con ello, el nacionalismo comienza a vincularse
con la democracia como mecanismo para la inclusión, la expresión de diferencias
y la participación, ancladas en el conocimiento y análisis de las condiciones
que generan diferencias.
Es así como el sentido de pertenencia a la nación requiere
fortalecerse en sus aspectos sociales, económicos y políticos para que
contribuya a una formación de sujetos que se moverán en una sociedad
interconectada e interdependiente.
La Formación Cívica y Ética en el proceso de articulación de
la educación básica
La Formación Cívica y Ética se encuentra presente en el
currículo de preescolar, primaria y secundaria, y se ubica en el campo
formativo denominado Desarrollo personal y para la convivencia. Los
planteamientos relativos al Desarrollo personal y social, en la educación
preescolar, así como las asignaturas de Formación Cívica y Ética de primaria y
secundaria contienen elementos que hacen factible una articulación curricular
de los tres niveles, desde los contenidos que se plantean para este campo de
formación. Lo anterior tiene que ver con que las propuestas se estructuran en
torno a competencias y, para el caso de primaria y secundaria, los programas se
organizan a partir de la secuenciación de competencias cívicas y éticas.
En el caso del preescolar, las competencias relativas al
Desarrollo personal y social son consistentes con las competencias de los demás
campos formativos que integran este nivel. En cuanto a las competencias de
primaria y secundaria, su definición parte de una secuencia general que
comprende toda la primaria y la secundaria.
Es evidente la necesidad de evaluar las características de
la articulación que se logra en este campo formativo a partir del currículo. En
este esfuerzo de articulación, donde se tienen en cuenta los niveles de
desarrollo de los alumnos y no solamente contenidos temáticos, se precisa
considerar con mayor fuerza los contextos sociales y culturales en que viven y
se desarrollan los educandos
Así mismo el maestro y la práctica docente, los medios y
materiales de apoyo, la gestión escolar y los alumnos, resultan de especial importancia
las prácticas y las experiencias de creciente complejidad que cada nivel
educativo puede ofrecer a los alumnos para aprender a deliberar, participar,
dialogar, vivir sus derechos, expresar sus ideas.
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